Los cambios en el deseo sexual o en cómo nos relacionamos sexualmente pueden tener origen en el hecho de tener esclerosis múltiple, en los factores emocionales que se derivan de ella, o en algunos factores completamente ajenos a la enfermedad. Un daño nervioso en el cerebro o la médula espinal puede afectar a la función sexual, aunque la disfunción de los órganos sexuales también puden ser consecuencia de la pérdida de autoestima, del sentimiento de vergüenza, de incomodidad o de culpa, de la ira o el resentimiento… y de otros factores como el estrés, los hijos o la menopausia.
Saber gestionar la situación no es fácil, ya que convivir con la esclerosis múltiple suele crear barreras emocionales y físicas entre la persona con EM y su pareja. Para afrontar los conflictos que se derivan de ella, es vital afrontar el acto sexual con apoyo mutuo.